Iroel Sánchez
Hace pocos días fue de los primeros en denunciar lo que podía esconderse con el derribo del avión malayo al sobrevolar Ucrania. Algunos pensaron se había precipitado pero los hechos, una vez más, parecen darle la razón.
“El viejo zorro caribeño Fidel Castro nunca se fue con la finta y sin titubeos señaló la culpabilidad de Ucrania en el derribo del avión, en coincidencia
con el inicio del infanticidio de palestinos por la potencia nuclear Israel”, escribió el periodista mexicano Alfredo Jalife-Rahme.
Quién duda que hay mucha sabiduría y experiencia política en Fidel. “Oye la hierba crecer y ve lo que está pasando al doblar la esquina”, decía Raúl Roa en frase memorable que mi padre no se cansaba de repetir.
“Viaja al futuro, regresa y lo explica” se suele citar lo que ha dicho sobre él el presidente argelino Abdelaziz Bouteflika, luego de referirse a su lealtad a los principios: “Hemos tenido el inmenso privilegio de tener como amigo al compañero Fidel, que nunca nos ha fallado”.
Admirado por gente tan disímil como Nelson Mandela, Gabriel García Márquez, Gore Vidal, el Che Guevara o Diego Armando Maradona, Fidel no nos pertenece sólo a los cubanos. América Latina y África no serían las mismas si su impronta de soberanía y justicia no hubiera marcado toda una época desde el llamado Tercer Mundo.
Es que en Fidel hay cultura, enorme inteligencia pero también valentía, ética y principios, por eso es que nunca le ha fallado a los agredidos de este mundo, de Viet Nam a Namibia; a los pescadores cubanos secuestrados por piratas y al padre del niño Elián que reclamaba a su hijo retenido tramposamente en Miami.
Los cubanos, que hemos tenido el privilegio de ser sus compatriotas y contemporáneos, lo hemos visto ir delante en cada batalla, enfrentando a la policía del dictador Batista, cortando caña, disparándole a los buques yanquis en Playa Girón, encabezando el reclamo porque regresen los Cinco antiterroristas prisioneros en Estados Unidos, o donando sangre para un pueblo herido.
Solemos aprender de nuestros seres queridos la bondad, pero como ha dicho Silvio Rodríguez, Fidel nos “enseñó qué hacer con ella”. Si no que lo digan los millones de alfabetizados en recónditos rincones del planeta, los que por primera vez conocieron un médico o pudieron ver de nuevo la luz del sol a través de la Operación Milagro, por la solidaridad que él convirtió en parte esencial de la cultura de los cubanos.
Gracias, Fidel, por dedicar cada día de tu existencia a los humildes de nuestra tierra y el mundo. Que tengamos la sabiduría y firmeza para no traicionar jamás tu ejemplo y tu legado.